Frente a declaraciones en Europa donde se afirmó que en América Latina somos todos europeos respondo, fruto de lecturas varias:
La Argentina, al igual que América toda, tuvo 4 abuelos: el abuelo originario, el abuelo blanco, el abuelo negro y el abuelo inmigrante Estos ascendientes construyen nuestra identidad cultural, tal compleja, tan silenciada, tan trastocada.
Estos ancestros sufrieron y sufren aún el desprecio, la discriminación, el ocultamiento, la negación de sus valores, de su cultura.
Pues bajo la designación de indio se ocultó por parte del conquistador las diferentes etnias y culturas que vivían en nuestro continente.
… Así dejaron de ser abipón, aimará, apache, araucano, auca, azteca, bayá, botocudo, ciaguá, calchaquí, clachín, calpul, caluma, camahua, canaco, caracará, caracas, carajá, carapachay, carapacho, cariaco, caribe, cario, cataubas, cayapa, cayapo, cayeté, cahima, charca, charruá, chibcha, chichimeco, chontal, chuchumeco, chuncho, cocama, comenche, coronda, gandul, guaraní, iroqués, mapuche, maya, omagua, orejón, párparo, patagón, payagua, puelche, quechua, querando, quiché, quichuá, siux, taino, tamanaco, tapuya, tolteca, tupi o yumbo (Rojas Mix, 2004: 35).
Frente al silenciamiento y a la riqueza desperdigada hay que recuperar esa memoria en un homenaje al ancestro originario. Recuperar la memoria es recordar la opresión de la concepción etnocéntrica europea que aún no se ha diluido de nuestras conciencias de hombres y mujeres del siglo XXI.
Esa concepción que, con toda su crudeza, se expresa en las palabras de Arnold Toynbee: Cuando nosotros los occidentales llamamos a alguien «indigena» (native) implícitamente eliminamos de nuestra percepción su color cultural. Los vemos como árboles que caminan, o como animales feroces que infestan al país y con los cuales ocasionalmente nos cruzamos. En realidad, los vemos formando parte de la fauna y la flora y no como hombres con las mismas pasiones que las nuestras; y, puesto que los vemos como algo infrahumano, nos parece que tenemos derecho a tratarlos como si no poseyesen los derechos humanos más ordinarios (Toynbee, 1962: 152)
Este texto pertenece a un libro cuya autoría comparto con Ana Zagari, de pronta edición cuyo título será Muros y Puentes
Cristina Campagna